Cuando uno se siente menospreciado y espera ansiosamente el reconocimiento ajeno, necesita subirse a algún caballo imaginario sobre el que ostentar alguna clase de poder o autoridad, aunque sólo sea para dejar de mortificarse mentalmente sobre lo poco que vale y lo poco que le admiran los demás.
Lo malo de la jugada es que suelen pretender que los demás nos subamos a algún burro de talla inferior a su caballo, para mirarnos desde arriba, y entonces sus pretensiones suelen chocar con la realidad, los demás ni nos subimos a ningún burro ni llegamos a ver siquiera ese fantástico caballo al que creen haberse subido. Vamos, que no les vemos la superioridad por ninguna parte. En lo que si suelen ser superiores es en fantasías megalómanas y en su capacidad para depreciar y podrir todo lo que les rodea, y mucho más si resulta que esos personajes tienen algún tipo de autoridad.
Ni sé de qué voy a escribir, pero ya se me irá ocurriendo, aunque la prensa diaria resulta muy provocadora. La verdad es que se me antojó hacer este blog al cabo del tiempo de ir leyendo los periódicos gratuitos que reparten a la entrada del Metro y posteriormente las ediciones digitales de los generalistas de pago. Había noticias que me daban ganas de contestar de alguna manera con otra noticia, y aqui me he puesto a ello.
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